SOBRE LAS INUNDACIONES EN EL LITORAL ARGENTINO
Las imágenes que muestran
los medios locales son pavorosas. El río Uruguay, que recorre el margen oriental de la provincia de Misiones, embravecido como nunca,
increíblemente veloz, se salió de su cauce y se está llevando todo. Hasta las
casas. Sí. Hay casitas de madera, las que no quedaron destruidas, que el río se
las lleva. Troncos, heladeras, animales, pedazos de chapa y cuanta cosa
aparezca en al camino se va con el río. Y de golpe, hasta las aguas de los
arroyos que deben desembocar naturalmente en el río, vuelven… y también
desbordan. Miles de personas se quedan de pronto sin nada, observan de lejos, con
angustia y desesperación, como el agua llega casi hasta los techos. Casi 1.300
familias afectadas, que perdieron el esfuerzo de toda una vida.
Mientras tanto, una sociedad solidaria
acude en silencio e impotencia a dar lo que puede en los centros de recolección
de alimentos y ropas. Fueron casi 7000 habitantes de
11 localidades en la costa oriental de Misiones, y otros tantos de las riberas de Brasil y Paraguay.
Una vez más, la
naturaleza mostró sus dientes ante tanto castigo e invasión del propio hombre.
Raúl Bregagnolo,
reconocido dirigente de una Asociación Ecologista, opinó sobre las inundaciones en la
costa oriental misionera. “La gran crecida del Uruguay ya se transformó en una
catástrofe. Gente que ha perdido todo lo trabajado durante años. Sus pequeños o
grandes bienes materiales, pero suyos, se los está llevando el río, este Río de
los Pájaros que hemos desafiado hasta el hartazgo, agrediéndolo con seis
grandes represas río arriba y más de treinta en sus afluentes del Brasil, así
como al Iguazú y al Paraná con tantas más”.
“Han habido alertas,
señales muy claras y constantes desde hace mucho tiempo, pero es más fácil defenestrar
a los ecologistas, a los científicos, académicos y a una sociedad que sabe lo
que quiere y lo que no, que sentarse a estudiar modelos, alternativas a
construir. La situación que se vive en estos días demuestra que el agua
desconoce fronteras y el río enojado es un caballo desbocado”, afirmó
Bregagnolo”.
Esta vez las inundaciones
se sucedieron en la zona del Alto Uruguay. Un mes antes habían ocurrido aguas
arriba del Iguazú y continuaron a lo largo del Paraná, afectando a cuatro provincias. La Fundación Vida Silvestre a través de Manuel
Jaramillo, ambientalista y coordinador del programa Selva Paranaense,
dijo: “Lamentablemente se conjugaron varios factores para producir esta
catástrofe ambiental y social. La deforestación en la cuenca alta del río
Iguazú, del río Uruguay en Brasil, y del río Paraguay, en el país homónimo, son
muy altas. En Brasil solamente queda el 2,3% del bosque que alguna vez hubo y
en Paraguay quedan 10 por cada 100 hectáreas de bosque nativo.
¿Pero por qué se afirma
que una de las principales causas de este desastre es la deforestación indiscriminada?
Ante las lluvias, la selva funciona
como un filtro, una gran esponja verde que además de retener el agua, nutre el
suelo. La ausencia de ese tejido boscoso, sumado a la impermeabilidad de los suelos por cultivos dañinos, hace que las aguas provenientes de las
lluvias, lleguen rápidamente a los ríos.
“Los desastres
naturales registrados durante el último mes dan muestra del mal uso de los
recursos naturales en el Alto Paraná. La deforestación de los márgenes de
grandes ríos y arroyos, de la mano de la conversión de
superficies de bosques para la producción de monocultivos –principalmente de
soja en Brasil y Paraguay- hacen que la tierra pierda su capacidad de absorción
y el agua escurra, arrastrando sedimentos directamente a los cursos de agua.
Esta situación lleva al inmediato incremento de los caudales de los ríos y
arroyos, generando inundaciones”.
"A esto se
suma la existencia de varias represas sobre los cursos de aguas, en su mayoría
en territorio brasileño, que alteran el régimen hídrico de los ríos. Los
espejos de agua de las represas -que se ubican donde generalmente había bosques
o áreas con cobertura vegetal- tienen ‘infiltración 0’, es decir, que la lluvia
que cae ahí deriva a los cursos de agua, contribuyendo a aumentar los caudales
de ríos. Además, cuando las precipitaciones superan los límites de seguridad
establecidos, las represas se ven sobrepasadas y obligadas a liberar gran
cantidad de agua generando inundaciones en las zonas bajas”.
“La reciente crecida
sobre el río Iguazú, que prácticamente hizo desaparecer a las Cataratas del
Iguazú, y el actual desastre natural que está sufriendo la zona de El Soberbio,
Panambí, Alba Posse y San Javier, son señales de alerta que deben ser tenidas
en cuenta para instrumentar rápidas y eficientes medidas.” señaló Manuel
Jaramillo.
La organización
ambiental advierte que la situación actual de la Selva Paranaense o Selva
Misionera es realmente crítica: sólo queda un siete por ciento de su superficie
original. En Paraguay y Brasil, esta zona de la selva ha sido prácticamente
destruida. “El importante aumento de las lluvias, sumado a la pérdida de cobertura boscosa en gran parte de la cuenca, no permitió la natural
absorción del agua”, señaló Hernán Giardini, coordinador de la campaña de
Bosques de Greenpeace Argentina. “Los bosques y selvas, además de concentrar
mucha biodiversidad, juegan un papel fundamental en la regulación climática, el
mantenimiento de las fuentes y caudales de agua y la conservación de los suelos.
Los bosques son nuestra natural esponja y paraguas protector. Cuando perdemos
bosques nos volvemos más vulnerables ante las lluvias y corremos serios riesgos
de inundaciones”, concluyó.
Según datos oficiales,
entre 1998 y 2007 en Misiones se deforestaron 144.153 hectáreas. Desde la
sanción de la Ley de Bosques (2008) hasta mediados de 2011 el promedio anual de
deforestación disminuyó en un 50 por ciento. Sin embargo, se desmontaron 21.406
hectáreas, de las cuales 3.630 hectáreas se trataban de bosques protegidos por
la normativa.
La Selva Paranaense se
encuentra mayoritariamente ubicada en la provincia de Misiones y una
pequeña porción en el noreste de Corrientes. Se trata de una de las regiones
con mayor biodiversidad del país: en ella habitan 554 especies de aves, 120
especies de mamíferos, 79 especies de reptiles, 55 especies de anfibios y más
de 200 especies de peces. La región se caracteriza por albergar grandes
felinos, como el yaguareté y el puma, de los cuales se estima que apenas quedan
unos 50 ejemplares.
El ingeniero y
ambientalista Roberto Ríos, también habló sobre el
fenómenos de la crecida del Río Paraná, su relación con el cambio ambiental y
las hidroeléctricas. "Son muchos factores concomitantes. Brasil ha
desmontado cerca de 40 millones de hectáreas de la selva paranaense, y nosotros
también contribuimos. Al no haber selva el agua no infiltra, corre con una
velocidad enorme". En ese sentido, Ríos explicó que el monte es como una
gran esponja que absorbe el agua y la va soltando gradualmente. "El mayor impacto ambiental en América Latina ha sido la deforestación y a medida que
seguimos desmontando, el agua de lluvia no tiene forma de ser captada en la
tierra", sostuvo.
Como si esto fuera poco,
el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) viene advirtiendo hace
tiempo sobre el aumento de fenómenos meteorológicos extremos, como mayores
precipitaciones, sequías y huracanes, producto del cambio climático.
Si no trabajamos en
frenar la deforestación en Misiones y en toda la Argentina, y si no tomamos
medidas para mitigar el Cambio Climático, la situación va a empeorar en otras
zonas y en particular en otras provincias que están aguas abajo, por el aporte
fluvial de las cuencas superiores. Lamentablemente, las lluvias (masivas) van a
ser cada vez más frecuentes”
LAS REPRESAS TAMBIÉN
INCIDEN
Consultado sobre el
papel de las represas en los eventos climáticos extremos, Jaramillo no dudó en
señalar que “Contribuyen. En un primer momento pueden amortiguar el efecto de
la crecida, porque tienen una capacidad de almacenamiento de agua aumentando
las alturas de los embalses en áreas que ya fueron previamente inundadas. Pero
cuando la represa llega a su límite para contener esta agua, tiene que abrir
los vertederos y esto hace que se entregue una carga instantánea de agua muy
fuerte, y que las crecidas de los arroyos sean muy rápidas, dando como resultado que la gente no tenga el tiempo de evacuar; más aún cuando
no están implementados los sistemas de alerta temprana”, subrayó Jaramillo
“Las represas alteran
el régimen hídrico de los ríos y los hacen más lentos y la evacuación del agua
es mucho menor y eso afecta negativamente a las zonas inundadas.” Asimismo, con
respecto a “la crecida que hubo a principios de Junio, tengamos en cuenta que
al haberse subido la cota de la represa de Yacyretá, la cota del
río Paraná aumentó y es mayor el embalsamiento de los arroyos del Pepepirí
Guazú y el Parana-í, que taparon los puentes. Porque esos arroyos ya no desagotan
al nivel que desagotaban antes, sino a un nivel más alto. Es como un tapón al
desagote de los arroyos. Al aumentar el nivel del río, actúa como un freno o un
tapón al desagote de los arroyos mayores”, precisó Jaramillo.
Comparando esta
inundación con otras que se registraron a principios de los ‘80, Jaramillo
sostuvo que “la situación es peor”, porque en aquella época, la deforestación
era menor, no había tantas represas en el sur de Brasil y el embalse de
Yacyretá operaba a una cota menor que la actual (de 84 metros) “Y lo peor es
que el cambio climático que genera en gran medida este tipo de eventos
extremos, está anunciado para Misiones, con mayor frecuencia de este tipo de
eventos (lluvias masivas, sequías y temperaturas extremas). Es urgente
implementar medidas para prevenir estas situaciones”, advirtió el
ambientalista, quien bregó por una legislación para la recuperación de los
bosques nativos con Paraguay y Brasil; y porque “los fondos de la Ley de
Bosques lleguen efectivamente a las provincias.”
El director de la
Fundación Proteger, Jorge Cappato, también analizó los motivos que provocaron
este desborde de las aguas que bordean Misiones y las medidas que se deberían tomar
para evitar que esto vuelva a ocurrir. El especialista en medio ambiente destacó que “como ocurre en casi todas las
inundaciones, la televisión nos muestra crueles imágenes de personas y
animales afectados por la crecida y nos quedamos debatiendo las consecuencias
del desastre en vez de analizar cuáles fueron sus causas y qué podemos hacer
para prevenirlas”.
Según Cappato, “toda emergencia o desastre natural tiene causas predisponentes,
desencadenantes y agravantes. En el caso de esta crecida, las fuertes lluvias
fueron el desencadenante y el causal predisponente fue que esas lluvias
se dieron sobre un área donde hoy queda menos del 7 por ciento del ecosistema
de bosques, humedales y selva, que conformaban una especie de inmensa esponja
que chupaba el agua y que ahora no existe. Otra causa predisponente es el
cambio climático que sufre el planeta y que favorece esas grandes lluvias, las cuales colman los embalses haciendo que éstos abran sus compuertas
provocando desastres aguas abajo. Hay que tener en cuenta
que un embalse lleno es un gran espejo de agua que está ubicado en un lugar
donde antes había verde y humedales que hacían escurrir el agua. Cuando llueve sobre los embalses es como si lloviera sobre vidrio, sin
ningún tipo de retención. Sólo sumando los embalses de Yacyretá, que representan
160.000 hectáreas, e Itaipú, con otras 135.000 hectáreas, tenemos un
espejo de agua equivalente a 18 veces la ciudad de Buenos Aires. Un espacio
que antes correspondía a bosques y humedales fluviales muy eficaces como
mitigadores naturales de las escorrentías por lluvias”.
Además, según Cappato, “el gran espejo de agua se agranda con las más de 50
represas que Brasil tiene en la alta cuenca y que no permiten atenuar grandes
crecidas de los ríos o como las asociadas a las corrientes de El Niño y otros
eventos que seguramente acarreará el cambio climático”.
Consultado sobre qué se puede hacer para evitar estas inundaciones, Cappato
explicó que “los que deberían trabajar para prevenir estos desastres son fundamentalmente
los poderes del Estado, tanto nacional como provincial y municipal, a través de
todos los organismos con incumbencia en esta problemática. También la Justicia
debería tomar cartas en el asunto, porque las crecidas afectan muchos derechos
y pareciera que ningún juez se da cuenta. También el Congreso Nacional debería
readecuar urgentemente la legislación y los controles del Estado a la luz de lo
acontecido, sobre todo porque no es la primera vez y lamentablemente, si no se
hace nada, tampoco será la última”.
“Es necesario que la población tome conciencia de que hay que
actuar sobre las causas de esta crecida y no solamente sobre las consecuencias,
que las terminamos pagando todos porque son fondos públicos los que se utilizan
para pagar los platos rotos que deja el agua cuando cede”.
Seguidamente destacó que el Grupo Internacional de Expertos para el Cambio
Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se conoce por
sus siglas en inglés IPCC, "señaló en varios informes que la Cuenca del
Plata es uno de los sistemas hídricos más vulnerables ante el cambio
global del clima, y por lo tanto para mantener la seguridad de las poblaciones
vecinas es necesario cuidar el valor de los humedales y los bosques, ecosistemas
destruidos por las hidroeléctricas y por la deforestación”. Esta advertencia la tienen que saber los que operan las
represas, no para justificarse sino para tomar las previsiones máximas, porque
con tantas represas, los ríos de llanura de nuestra cuenca se están comportando
ante ciertos eventos como ríos de montaña, desconcertando a los mejores
expertos en pronósticos, como ocurrió con la anterior crecida del Paraná el año
pasado”.
El director de la
Fundación Proteger explicó que “las represas de Yacyretá e Itaipú sobre el río
Paraná no producen las crecidas del río pero las agravan”, y advirtió que la
crecida que actualmente esta afectando a todo el litoral fluvial tiene su
origen en lluvias extraordinarias sobre el sur de la cuenca del Plata, sobre
ecosistemas deforestados y degradados por el mal manejo agropecuario en Brasil,
Paraguay y nordeste de Argentina. A la deforestación se le suma la presencia de una gran
cantidad de represas sobre los ríos Paraná que agravan la situación, porque los
enormes volúmenes de agua que sueltan las represas de Itaipú y Yacyretá, que
son dos de las hidroeléctricas más grandes del mundo, con embalses colmados,
producen picos de crecida repentinos por la apertura de sus compuertas o
vertederos”.
Las alertas destinadas a la evacuación de los pobladores que
viven aguas abajo o en las costas de los embalses suelen llegar
tardíamente o poco antes de la llegada de los picos momentáneos. Esta realidad desmiente a los promotores de represas que
prometen que un beneficio de las grandes hidroeléctricas es el control de
inundaciones, porque vemos que por el contrario las agravan”, y
seguidamente dijo que “queda más que claro que las represas sólo regulan el
caudal del agua para juntarla y producir electricidad, pero nunca para proteger
a la gente de inundaciones”.
El especialista en medio ambiente dijo que “en San Antonio y en la Isla Apipé
de Corrientes vimos cómo la gente salió prácticamente flotando cuando Yacyretá
soltó el agua antes de lo que había anunciado”, y destacó que “los habitantes
de Ayolas y Encarnación, en Paraguay, también vivieron situaciones igualmente
dramáticas en los últimos días”.
El director de la Fundación Proteger (una ONG), destacó que “las represas, más allá de los
aspectos técnicos, están pensadas, y sobre todo operadas, como grandes máquinas
para producir dinero con la venta de electricidad. Por eso su principal
criterio es maximizar los beneficios económicos estrictos. De otro modo no se
explica que retengan el agua hasta último momento y luego la suelten aduciendo
razones de seguridad y dando un aviso generalmente tardío y poco eficaz a las
poblaciones que serán afectadas”.
La planificación para prevenir
El ingeniero Enrique Gandolla docente de la Facultad de Ciencias Exactas,
Químicas y Naturales de la Unam apuntó a la planificación urbana para prevenir situaciones de catástrofe. “Para
mí estos temas se tienen que estudiar a fondo porque hay consecuencias que
previsiblemente van a pasar. Entre esas cosas que se deben tener en cuenta está
la planificación como herramienta para que una ciudad se desarrolle acorde a su
calidad de vida”
“Vivimos en ciudades donde es muy común que se
ocupe cualquier zona para construirse una casa, y vemos que la vera de los
arroyos está llena de viviendas, y ahí son los primeros que sufren las
consecuencias. Esto se resuelve con planeamiento, con obras públicas que vayan
acompañando estos cambios climáticos. En 30 años es la segunda vez que la crecida del río alcanza esta dimensión y
vuelve a producir daños. Eso significa que no hemos tomado medidas en cuanto a
la expansión del suelo y la planificación. Hay que construir donde sea seguro”.
de ViajaryEscribir.com - 2014